Luego de permanecer expuesta en El Cuartel del Arte, la muestra Rufino Tamayo. Ecos Generacionales se despide de Pachuca, pues seguirá abierta hasta el próximo 8 de noviembre, de martes a sábado, de 10:00 a 18:00 horas.
Obra de Rufino Tamayo, alternada con la de artistas en quienes se encuentran sus influencias, es lo que todavía se puede ver en El Cuartel del Arte, la galería más importante del estado.
Esta exhibición se logró gracias a la colaboración entre el gobierno de Hidalgo, por medio del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (Cecultah), y el Museo de Arte Moderno.
En ella, además del trabajo de Tamayo, se puede apreciar el de los artistas Rodolfo Nieto, Javier Ruiz, Ricardo Martínez, Alejandro Colunga, Gilberto Aceves Navarro, Luis Nishizawa, Carlos Orozco Romero, Miguel Ángel Alamilla, Jesús Urbieta, Alberto Castro Leñero, Sergio Hernández, Francisco Toledo, Gabriela Gutiérrez, Miguel Castro Leñero, Cordelia Urueta, Francisco Castro Leñero e Irma Palacios.
Encuentro de fuerzas creadoras y destructoras, este enfrentamiento del hombre y la naturaleza no carece de violencia. Los ritmos de la compasión son tensos, dramáticos. La imagen reiterada de una silueta humana corriendo con los brazos abiertos muestra una estilización extrema, sus gestos exaltados cobran elocuencia debido a las líneas de fuga que pulverizan la perspectiva.
El hombre ahora vuela, levita en un universo inconmensurable y sin trabas. Embriagadas de temor, meditabundas, alegres o dementes, las figuras de Tamayo habitan un mundo imaginario en los linderos de la vida y la muerte, suntuoso y monstruoso a la vez y no desprovisto de un sentido del humor macabro.
Rufino Tamayo nació el 26 de agosto de 1899 en una familia de raíces zapotecas. Reacio a recordar su infancia, de su padre se sabe casi nada. Su madre muere cuando él tiene apenas doce años y por razones afectivas, conserva el apellido materno. Queda entonces bajo la tutela de su tía Amalia Tamayo con quien se muda a la Ciudad de México para apoyar a la familia en el puesto de frutas del mercado de La Merced, al tiempo que asiste clandestinamente a clases nocturnas de dibujo. Finalmente, en 1917 ingresa en la Escuela Nacional de Bellas Artes (llamada hasta 1867 academia de San Carlos). Comienza a pintar formalmente hacia 1920. Las tres primeras décadas de su producción ofrecen, en opinión de muchos, lo mejor de su trabajo.