- Mal de amores
La celebración del Día de las Madres, desde sus orígenes comerciales, enaltece nuestra maternidad como lo único que otorga un estatus de respeto a la mujer, dejando de lado el reconocimiento a nuestra inteligencia o a nuestros logros académicos y profesionales; sin duda, este es un discurso que nos causa conflicto para quienes hemos apostado por la reapropiación de la maternidad elegida, la conciliación entre la vida laboral y la vida personal,
Este rompimiento del estereotipo que presenta a las mujeres como las únicas responsables de la crianza, cuidado y educación de hijas e hijos, es una visión disruptiva que derriba la idea de que la feminista y la madre son incompatibles.
Si el feminismo no defiende los derechos de las mujeres que tenemos hijas e hijos, ¿Quién los va a defender? La experiencia materna, tiene que estar dotada de derechos: a un parto respetado, a una lactancia materna que sea satisfactoria, a que la responsabilidad del cuidado no solo recaiga en la madre, sino también en el padre; son reivindicaciones del feminismo, para que la maternidad no sólo sea una elección, sino una experiencia gozosa, donde no haya ni abuso ni violencia.
Sin embargo, como madres siempre nos sentimos incompletas por elegir o desdeñar la doble jornada (ser amas de casa y profesionistas) para quienes no trabajan fuera de casa, argumentan que no lo hacen por pereza, sino porque su rol de madres-esposas les consume el día entero.
Como sociedad, debemos cambiar esta perspectiva tradicional y apoyar a todos los tipos de maternidades a desarrollar esta actividad con más apoyo y menos cargas; Les invito a que creemos una sociedad con maternidades amorosas y libres de estereotipos patriarcales.