A unos cuantos días del deceso de la popular cantante mexicana, Paquita la del Barrio, en las redes sociales se han difundido puntos de vista contrastantes: desde el reconocimiento a su aportación a la música popular mexicana, hasta críticas por las letras de sus canciones; como que son expresiones de resentimiento, léperas o incluso misántropas.
Por el contrario, en algunas de las entrevistas que concedió, uno puede percibir que, en el fondo, era una romántica empedernida, de las que creen en el amor a primera vista y sueltan la lágrima a la menor provocación; es precisamente en esa dualidad en la que radicó su magia. Ante todo, Paquita fue una mujer con el corazón roto quien encontró en la música el refugio para salir avante, curar sus heridas y lograr una exitosa carrera en el mundo de la farándula.
Los hombres fueron quienes hirieron su corazón; primero porque tuvo un padre ausente que nunca se interesó en ella; luego, alrededor de los 15 años, comenzó una relación con un hombre casi 30 años mayor que ella quien, por cierto, era casado, por lo que ocupó el lugar de “la otra” y procreó dos hijos. Eventualmente, harta de ser la tercera en discordia, decidió abandonar a su pareja, para ir en busca de nuevas oportunidades.
Años después, la cantante de “Rata de dos patas”, conoció al señor Alfonso Martínez, que se convertiría en su esposo y en el “amor de su vida”. La vida parecía ir bien –a pesar de las parrandas y desapariciones itinerantes de su marido– pero tras 25 años de matrimonio, la llamada “Reina del Pueblo” descubrió que Alfonso no solo le había sido infiel durante 15 años, sino que además tenía otra familia…
Si hay algo realmente subversivo en las canciones de Paquita La Del Barrio, es que en ellas no existe el mínimo rastro de autocompasión, aceptación o resignación. La experiencia de escucharlas como hombre es siempre incómoda, porque les devuelven la imagen de un rey desnudo, ridículo. “/pobrecita carcacha, nada más te calientas y después te apagas7Dile a tus pasajeras que te esperen sentadas, que precisamente anoche conmigo tuviste tu última parada”.
El cronista más reconocido de México, Carlos Monsiváis, quien visitó el restaurante Casa Paquita, en la colonia Guerrero de la Ciudad de México, en su ensayo “Estilos del cancionero en los teatros, las carpas, los salones, los burdeles y demás antros del saber”, escribió que el aporte de Paquita la del Barrio “se da en la cadena de los cambios (sociológicos y amatorios): de la súplica al desafío, del relato herido a la jactancia, del perdón al insulto, de la pose hierática a la pose hierática humanizada por el dolor y petrificada por el desquite”
Para miles de mujeres, escuchar las canciones de Paquita, fue una poderosa terapia musical, una forma de depurar el coraje y el dolor que siente al verse traicionadas. Una forma de recomponerse cuando todo lo que conocían como cierto parecía haberse ido a la basura, la misma historia que millones de mujeres vivimos cuando, por infortunio, elegimos un mal amor.