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    Home»Sociedad

    Amores muy emperrados

    25/06/2015 Sociedad
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    Así las cosas: hay personas que no se explican por qué los manifestantes contra el maltrato animal pudieron organizarse, reunirse y exigir castigo a los violentadores de dos perros chihuahuas y un hámster – que, dicho sea de paso, esos son los únicos animales golpeados que vimos en los videos que subieron a la red social de Facebook pero, seguramente, fueron muchos más-. Algunos se preguntan y hasta se indignan al ver cómo la sociedad civil puede reclamar la seguridad de unos perros, pero permanece ajena a otros casos de violencia hacia personas.

    ¿Qué significado tiene que habitantes de Pachuca hayan salido a manifestarse y reclamar los derechos de los animales? ¿Cuáles son los sentimientos tan fuertes nos vinculan con nuestras mascotas? ¿Son los animalistas una deformidad en la especie humana, o son las y los adalides de la lucha contra la violencia en todas sus expresiones?

    Hasta hace algunos días, pocos imaginamos que la sociedad civil pachuqueña, trascendiera en medios informativos internacionales, por defender a los animales.
    Reflexionando, creo que tal acción no debió sorprendernos. En las redes sociales, diariamente, vemos cómo asociaciones protectoras de animales, así como ciudadanas y ciudadanos rescatan animales, les buscan hogares temporales, piden apoyo para comprar alimento, se dirigen a la sociedad para que deje de comprar mascotas, acuden a los centros antirrábicos para salvar a los más “peludos” que puedan, avisan de perros extraviados. En una palabra: las y los animalistas pachuqueños trabajan diariamente en esta causa. Todas estas acciones son motivadas simplemente por amor.

    Es conocida la vivencia de Sigmund Freud con su perra Topsy, quien le acompañaba en sus terapias. Algunos estudiosos de la vida del padre del psicoanálisis, han afirmado que la perra chow chow era quien determinaba la hora en que debía terminar la sesión, pues podía percibir cuando los pacientes empezaban a inquietarse más de lo normal.

    Cuando se le preguntó a Freud por qué amaba tanto a su compañera canina, él afirmó: «Los motivos por los que se puede querer tanto a un animal con tanta intensidad; es porque se trata de un afecto sin ambivalencia, de la simplicidad de una vida liberada de los insoportables conflictos de la cultura. Los perros son más simples, no tienen la personalidad dividida, la maldad del hombre civilizado ni la venganza del hombre contra la sociedad por las restricciones que ella impone. Un perro tiene la belleza de una existencia completa en sí misma, y sin embargo a pesar de todas las divergencias en cuanto a desarrollo orgánico, existe el sentimiento de una afinidad íntima, de una solidaridad indiscutible”.

    En un ensayo escrito por la investigadora y psicoanalista María de los Ángeles López Ortega, se establece que algunas personas crueles con los animales, devienen como personas violentas con la humanidad. ¿Qué pasa en las mentes de estas personas que actúan con tal maldad? Que carecen de empatía, no sienten culpa por infligir daño al otro, pues es visto como un objeto.

    La terapeuta nos recuerda que Freud, en su libro “Tres ensayos para una teoría sexual”, establece que la crueldad es algo que forma parte del carácter infantil, dado que aún no se ha formado en él el obstáculo que detiene al instinto de aprehensión ante el dolor de los demás; esto es, la capacidad de compadecer.

    “Como se puede apreciar, Freud advierte que hay que poner cuidadosa atención a aquellos niños que son especialmente crueles con los animales, ya que carecen de compasión y podrían serlo toda la vida” advierte la investigadora, aunque pudiera suceder que niñas y niños crueles con los animales, tomen conciencia del daño que realizan y, cuando crezcan, sean las y los ciudadanos más altruistas y abnegados.

    “Erich Fromm también afirma que es difícil que una persona que ha presenciado y participado en la crueldad sea capaz de apreciar la libertad, el respeto por la vida o el amor. Señala que los actos de violencia, tienen un efecto brutalizador sobre los participantes y llevan a más brutalidad. Esto quizás explique el problema de que la crueldad genera más crueldad, una persona que es cruel hacia los animales difícilmente va a poder parar, seguirá siendo cruel con sus semejantes también” escribió López Ortega.

    Citando a Knight afirma que la infancia de muchos de los asesinos en serie fue bastante difícil y llena de abusos, a veces por parte de las mismas personas que los cuidaban. Estos niños se sienten indefensos, tienen baja autoestima. La sustitución de la agresión y la necesidad de contrarrestar las espantosas memorias de la infancia, explican el por qué los asesinos seriales también abusan de los animales cuando son niños.

    Este es un círculo de horror que debe terminar.

    Las personas que no tienen empatía por los demás son psicópatas; así las categoriza Iñaki Piñuel, investigador de la Universidad de Alcalá y autor del libro “Amor zero. Cómo sobrevivir a los amores psicopáticos”. Bernabé Tierno, prologuista de este libro, escribió que “la creciente oleada de estos seres sin emociones, sin alma y sin conciencia entre nosotros es causa de un enorme sufrimiento en nuestra sociedad. La corrupción política, los fraudes, la violencia y otros muchos son manifestaciones que tienen como protagonistas habituales a estos individuos tan nocivos y tóxicos como aún poco identificados: los psicópatas integrados”.

    En la actualidad, las y los psicópatas son personas que se hacen pasar por “normales” y hasta encantadoras aunque, en realidad, son crueles, no tienen alma, no sienten amor, compasión, culpabilidad. Están entre nosotros haciendo daño, depredando, engañando, denostando y humillando a otros seres humanos. La buena noticia, de acuerdo a Bernabé Tierno, es que los psicópatas han sido identificados y están dando sus últimos “coletazos”. Por eso, tal vez, anden tan activos en este tiempo.

    Decir “no” al maltrato a los animales es empezar a decir “no” a la violencia en todas sus formas: no a la violencia contra niñas y niños; no a la violencia contra adolescentes; no a la violencia contra las mujeres; no más muertes de hombres en hechos violentos. Creo que los animalistas han dado una gran lección de vida, de cómo organizarse para la lucha en contra de la violencia, debe ser constante, pero también radical cuando así sea necesaria. Mi admiración para ellas y ellos.

    Columna de Aidée Cervantes

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